Una
semana recorriendo TODOS los pueblos
del Cerrato Palentino dan para muchas pequeñas experiencias. Sabemos que un
número considerable de los lectores de este blog, poco acostumbrados a los
avatares de la sociología rural, os
preguntaréis qué es eso del Cerrato.
Unos pocos, buenos aficionados al basket
patrio, sabréis que Quesos Cerrato es el
patrocinador principal del equipo de
baloncesto de Palencia que compite con éxito en la Adecco Oro. Pero
de lo que no nos cabe la menor duda, es que la mayoría habéis atravesado en algún momento estas tierras
palentinas, ubicadas en las zona sureste de la provincia, por las autovías que la cruzan.
Y
este es, precisamente, uno de los puntos
negativos de las autovías: pasamos por los territorios sin conocer sus gentes, pueblos, patrimonio, tradiciones, etc.
Incluso puede ser peor si lo que hacemos es parar tan solo en las horrendas estaciones de servicio globalizadas que ni tan siquiera venden ya
CD´s de Los Chichos o de los chistes de Arévalo.
Para
aquellos que decidáis adentraros en esta comarca por Dueñas, Venta Baños, Villamuriel de Cerrato o Magaz de Pisuerga,
disfrutad de los paisajes surcados por polígonos industriales, la red
ferroviaria y las circunvalaciones. Si le echáis un poco de imaginación, el paisaje recuerda a la magnífica fotografía de True Detective II y, por momentos, os sentiréis como los
atormentados personajes de la serie.
Pero
el Cerrato ofrece más de lo que parece a
primera vista. Lo primero a destacar es la franca simpatía de sus gentes, rompiendo con el estereotipo de huraño castellano que se suele adjudicar. Como
indica su nombre, estamos en una zona de tierras onduladas dominada por cerros desde los que se contemplan bellos paisajes. Las cuestas son
abruptas y conectan los páramos con
valles bañados por ríos y arroyos. Además, hay frondosos bosques de ribera a orillas
de los grandes ríos, como el Pisuerga.
Los
pueblos destacan por su rico patrimonio
artístico y la continua presencia de bodegas
y cuevas horadadas en la tierra. De todos ellos, consideremos
imprescindible visitar Astudillo,
Palenzuela, Cevico Navero y Vertavillo.
Otra
de las ventajas de trabajar en el Cerrato ha sido el descubrimiento de el Restaurante El
Lagar
en Baños de Cerrato. Después de varios días de menús de batalla donde no atinamos, fuimos a comer con los deberes ya
hechos y eso nos permitió disfrutar de una buena
comilona y agradable conversación con Maite,
la propietaria, una simpática y tenaz bilbaína que ha sacado adelante su negocio frente a los malos presagios de sus paisanos.
Esta vez, y que no sirve de precedente, nos salimos del menú del día y optamos
por la carta de la que sobresalía un
pulpo braseado y un chuletón de buey a
la piedra de impresión. Altamente recomendable.
Para
beber, como no podía ser de otra forma, nos trasegamos un Cigales fresquito. Para ayudar a hacer la digestión nos dimos una
vuelta por la iglesia visigoda y la
fuente de San Juan aledañas al restaurante.
La
estancia cerrateña coincidió con las
fiestas de San Antolín en Palencia y
aprovechando la circunstancia escudriñamos el programa en busca de un concierto que nos ayudara a distraernos
de la dura tarea de consultores.
Para nuestra sorpresa las fiestas
cuentan con un ciclo musical bajo el
título Palencia en Negro dedicado al soul, funk y rythm and blues. Siempre
es bueno un poco de meneo así que no
faltamos a una de las citas y disfrutamos con el bolo de los Mambo Jambo. Ya los habíamos
visto en sala el año pasado (ver crónica en
este blog)
y el concierto al aire libre fue igual de intenso
y vibrante.
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