Tierras del Lince

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miércoles, 29 de julio de 2015

Sociología de festival.



Hemos enviado a nuestra colaboradora Marina a que haga sociología de campo por esos festivales de Dios, cual viajero tío Matt y éstas han sido sus impresiones.



Este fin de semana hemos estado en el Low Cost en Benidorm y hemos observado algunas cosas. No, no vamos a hacer una crónica musical porque esta vez el aspecto humano ha podido con nosotros (y esto no es ninguna crítica a su calidad, entendednos). 




Nos hacemos mayores
Lo primero que nos ha llamado la atención ha sido que los festivales crecen con su público. ¿Se acuerdan de aquellos festivales en los que las barbas con canas eran de algún personaje algo trasnochado con síndrome de Peter Pan? Pues resulta que los festivales son la Tierra de Nunca Jamás. Es decir, que si aquel tipo que había pasado los 30 al principio de nuestros tiempos festivaleros nos parecía fuera de lugar,  ahora resulta que no sólo nos sentimos más identificados con él y su mini de cerveza que con el copeo brutal en el descampado donde aparcamos nuestro coche (sí amigos, esta vez ni siquiera fuimos al camping), sino que vemos que es el público medio.

Despidámonos con música
Claro, hacerse mayores implica cumplir con ciertos ritos de paso. Han sido varias las despedidas de soltero/a que nos hemos encontrado. Sí, si algún día tenéis que organizarme una, podéis hacer que sea de festival. Y no, no necesito zona VIP. 

Festival para toda la familia
El Sonorama inauguraba en 2011 su sección Sonorama Baby, una programación de sábado por la mañana pensada específicamente para los niños (este año con Petit Pop http://petitpop.es/). Dado que no hemos hecho trabajo de campo al respecto, no vamos a hablar de cómo a nos gusta perpetuar nuestros gustos, valga la redundancia, a nuestra prole. Tarea pendiente. Tampoco sabemos cómo de extendidas están iniciativas similares entre otros festivales, pero lo que sí podemos decir es que hemos visto a muchos niños en el Low. Y cuando decimos niños, en la mayoría de los casos observados hablamos de niños con carrito y, por ende, menores de 5 años (los que seáis padres me perdonáis que me cure en salud poniendo una edad tan elevada para el abandono efectivo del desplazamiento en carrito).

Encantados de que exista gente que no ve la paternidad como un impedimento para seguir viviendo su vida y disfrutando de la música, aunque ahora lo hagan cargando con bosas llenas de biberones y pañales, en vez de con neveras cargadas de alcohol.

Clasismo everywhere
Otras de las cosas que se ha puesto de moda en los festivales son los abonos VIP. ¿Qué es esto? Pues ni más ni menos que otro elemento de distinción: yo soy VIP, tú no. Una manera de ascender en la escala social festivalera. 

Siempre modas. Este año: Libertad
Soy chica y me fijo en los estilismos que llevan otras chicas, y si el primer día me llamó la atención cómo los estampados de flores de repente estaban por todas partes porque es lo que vemos en Inditex, y las flores en la cabeza en varios colores y tamaños, al final lo que más reseñable me pareció fue la reivindicación de libertad por parte de las asistentes. En particular la de sus pechos.
El sujetador no se lleva.

Comprad, malditos
No me di un paseo por la zona “comercial” del festival donde venden ropa y accesorios, pero el consumo se olía a cada paso. De hecho, antes de entrar al recinto una gran compañía de comida basura ya te ofrecía un abanico de cartón. Y una vez dentro, una marca de ropa te hacía un tatuaje que representaba, ojo al dato, un código de barras. Anonimicémonos. Vimos regalos de varios tipos, todos publicitando productos, claro, y vimos mucha gente contenta de tener algo inservible, pero gratis. Compañías telefónicas también presentes, claro…



Sólo por terminar…
Da la casualidad de que dos semanas antes estuvimos en el GraniRock Revolution Fest, en Quintana de la Serena (Cáceres), un festival en cuyo cartel destacaban Calle 13 y Soziedad Alcohólica. Camisetas negras de varios grupos, latas de cerveza por doquier, sólo dos puestos de comida y únicamente uno de ropa/accesorios. Esto es solo una presentación, no pretendemos comparar ambos festivales. En el Low vimos camisetas de los Goonies y nostalgia de los 80 y en el GraniRock vimos banderas con distintas reivindicaciones, incluida la de Grecia. 

El Low, por su parte, era todo luz y color, anestesia de la realidad.

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